El Observador de la Actualidad

EL OBSERVADOR DE LA ACTUALIDAD
Periodismo católico para la familia de hoy
8 de septiembre de 2002 No.374

SUMARIO

bulletPORTADA - Once de septiembre de 2001: tiempos de guerra
bulletLa muerte no tiene la última palabra
bulletSobre la marcha
bulletEL RINCÓN DEL PAPA - Caminemos, aun mientras estamos en este «Valle de Lágrimas»
bulletProblemas o proyectos conyugales
bulletNUESTRO PAIS - Una justicia poco justa
bullet¿Justicia o persecución?
bulletTESTIMONIO - Carta del más allá
bulletCULTURA - La tentación del poder
bulletLOS OJOS DE ARGOS - El crimen no es del padre Amaro
bulletJÓVENES - Ése es Dios

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PORTADA

Once de septiembre de 2001: tiempos de guerra
Por Umberto M. Marsich, s.x.


En unos días haremos memoria de las alucinantes secuencias de guerra del Trade World Center y de las angustiosas escenas de destrucción y muerte de los inocentes de Afganistán. Tétricos recuerdos, aún vivos y lastimantes, de una nueva era: la era de la guerra. Todo el mundo sabe perfectamente bien que la guerra permanece viva, puesto que los gérmenes que la han provocado siguen latentes.

Hoy viajamos en avión con más miedo y más ansiosos que antes. Sabemos que, en cualquier momento, podemos ser nosotros el blanco de los terroristas. La guerra no se ha agotado y ni se agotará pronto.

La conciencia colectiva repudia esta anómala situación de terror porque no está convencida de la «bondad» de ésta ni de ninguna otra guerra. Todo tipo de guerra, sea defensiva, ofensiva, internacional, mundial, civil, revolucionaria, total y de liberación acarrea siempre grandes males sociales y, desde luego, en sentido estricto, jamás podrá ser «justa» ni «santa».

El sentido común del hombre, reitero, percibe lo dramático y lo absurdo de toda guerra. Sin embargo, en algunas circunstancias las guerras han sido inevitables. Pero mientras las consecuencias de las antiguas guerras eran relativamente contenidas, las de una conflagración nuclear mundial, hoy, serían totalmente aniquiladoras e irracionales. La amenaza de la destrucción total convierte tajantemente toda guerra en absurda e ilegítima.

El quinto mandamiento condena la destrucción voluntaria de la vida humana y, por lo tanto, todo ciudadano y todo gobernante están obligados a empeñarse en evitar las guerras (Catecismo, n. 2308); sin embargo —declara la Gaudium et Spes—, «mientras exista el riesgo de guerra y falte una autoridad internacional competente y provista de la fuerza correspondiente, una vez agotados todos los medios de acuerdo pacífico, no se podrá negar a los gobiernos el derecho a la legítima defensa» (79, 4). Este criterio de la «legítima defensa» adquiere valor moral bajo ciertas rigurosas condiciones, como:

* que el daño causado por el agresor a la nación o a la comunidad de las naciones sea duradero, grave y cierto;
* que todos los demás medios para poner fin a la agresión hayan resultado impracticables o ineficaces;
* que se reúnan las condiciones serias de éxito;
* que el empleo de las armas no entrañe males y desórdenes más graves que el mal que se pretende eliminar;
* que se persiga un verdadero bien, o sea, la reconstrucción de la paz;
* que no se mate a los inocentes civiles;
* que se respete la dignidad de toda persona, incluso de los enemigos y de los prisioneros.

En el caso de la guerra declarada por Bin Laden a los Estados Unidos de América, se ha agredido y asesinado a miles de inocentes, pisoteando todo protocolo de guerra y desafiando la racionalidad humana. Ninguno de los requisitos anteriormente mencionados ha sido respetado. Es cierto, como escribió Robert M. Bowman, que los estadounidenses han sido blanco de los terroristas porque representan la dictadura, la esclavitud y la explotación humana en el mundo; es cierto que las Torres Gemelas y el Pentágono representan la arrogancia y la prepotencia estadounidense; sin embargo, la muerte de miles de inocentes no será jamás justificada.

Se trata de una guerra injusta, como injusta es la guerra de Estados Unidos y sus aliados en contra del pueblo afgano. Se ha activado una guerra que nunca se acabará; que amenaza la paz mundial y que no puede ser considerada de «legítima defensa», puesto que no se busca la manera de extirpar las causas que la han generado. La venganza, el odio y el afán de matar son, objetivamente, malísimos consejeros y pésimas razones para armar una guerra.

En el magisterio de Juan Pablo Ii encontramos una sola razón para justificar moralmente una guerra, o sea, la «injerencia humanitaria». Ésta obligaría a la comunidad mundial a intervenir del lado del oprimido y agredido, con la finalidad de «detener el brazo del homicida agresor».

Creemos, sin embargo, que todavía cada país se siente como con derecho propio para dirimir sus problemas y conflictos, hasta con las armas. El antiguo ius ad bellum (derecho a la guerra) revive en cada circunstancia conflictiva porque no se quiere aceptar, por no tenerle confianza, un tribunal internacional y una autoridad mundial superior y neutral.

El «apocalipsis» del día 11 de septiembre de 2001 nos enseña, una vez más, que el camino mejor para desactivar riesgos de conflictos sigue siendo el de construir la paz fomentando la justicia internacional, respetando los derechos humanos, creando una comunidad mundial con verdadera autoridad sobre los estados (G.S., 79-90), rectificando a tiempo el rumbo de una economía cínica, desigual, aplastante e inhumana como lo es la globalizadora actual.

Para evitar de una vez para siempre la guerra, el mundo entero urge de conversión radical al humanismo. No hay otro camino para la paz verdadera, y no olvidemos nunca el 11 de septiembre de 2001.

EL OBSERVADOR 374-1

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La muerte no tiene la última palabra
Por Amín Cruz / Arquidiócesis de Nueva York


La máxima aspiración del hombre y la mujer es la inmortalidad; por eso se resiste a morir por completo. Vivir es el gran deseo de todo ser. El cristiano lo tiene muy fácil, su inmortalidad se basa en el amor. Todo lo que tiene que hacer es amar para nunca morir. El que ama nunca muere, nadie puede matar al amor. El amor tiene fuerza creativa que, una vez puesta en marcha, nadie puede pararla. Por eso es muy difícil vivir sin amor, envueltos en el miedo o la venganza. Quien no ama no crece nunca, o si crece, crece en su derrota, en su inseguridad, en su angustia. Lo que nosotros llamamos muerte no tiene la última palabra, ni es el final del camino.

Nunca podremos hacer tributo justo a los que fallecieron el 11 de septiembre si queremos vengar sus muertes. Ellos, hombres y mujeres de a pie que cruzaban por la vida, viven en el silencio del amor que los animaba en sus vidas; viven en el corazón de sus familiares, que los aman, viven en el pueblo que los admira y agradece por fidelidad; viven en la fuente de amor que es Dios, el Señor.

El hombre, la mujer, no son seres para la muerte, sino para la vida. «No he de morir; dirá el salmista, yo viviré para contar las hazañas del Señor» (Salmo 118, 17). Cuando pienso en César Bonilla, el hombre tranquilo, sereno y joya de la humanidad que falleció en las torres y que con tanta fidelidad sirvió como monaguillo en la iglesia de San Antonio, escucho su voz y me dice: «Yo opto por la paz, como siempre lo hice; yo quiero vivir en amor, como siempre trate de hacerlo». Cuando pienso en Jerome Domínguez, el hombre valiente y generoso, escucho su voz con la misma fuerza y me dice: «Lo mío era crear esperanza, vivir en el amor; yo no morí, me quemé en las llamas de mi amor». No haría tributo ni a César ni a Jerome si levantara una espada para vengarme. Al contemplar a los bomberos y policías que cayeron el 11 de septiembre escucho su voz que dice: «No queremos retrasar la paz por la que vivimos y trabajamos toda nuestra vida».

Yo quiero hacer un tributo digno a quienes dieron sus vidas mientras servían. Quiero recordar a todos los que sucumbieron en el fuego de las torres tal como ellos eran, hombres y mujeres de paz. El 11 de septiembre nos invita a desarmarnos todos completamente, o mejor, a armarnos con sentimientos de justicia, amor y paz. Yo he vencido al mundo, dirá el Señor, lo he vencido dando mi vida por los demás. Dichosos los que trabajan por la paz. Trabajaremos por la paz con el arma del amor. Entonces habremos hecho justicia a aquellos que nos han precedido y duermen en el sueño de la paz.

EL OBSERVADOR 374-2

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Sobre la marcha
El problema mundial, a partir del 11 de septiembre de 2001, es que, en lugar de ser mejores tras la catástrofe, cada día somos peores, más rencorosos, más perversos. Hemos rehusado, una y otra vez, el amor. Le hemos dado la espalda a Dios. Y eso se paga.
SANTIAGO NORTE

EL OBSERVADOR 374-3

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EL RINCÓN DEL PAPA

Caminemos, aun mientras estamos en este «Valle de Lágrimas»


El papa Juan Pablo II retomó sus catequesis sobre los salmos y los cánticos de la Biblia que aparecen en la Liturgia de las Horas. Desde su residencia en Castelgandolfo comentó el salmo 83 recurriendo, como siempre, a la tradición viva de la Iglesia.

El Papa indicó que «el fondo de todo el salmo es representado por el templo hacia el cual se dirige el peregrinaje de los fieles» y por lo tanto, el versículo sexto: «Dichosos los que encuentran en ti su fuerza al preparar su peregrinación», cobra gran relevancia. En ese sentido, el Papa señaló que «el peregrinaje concreto se transforma —como intuyeron los Padres de la Iglesia— en una parábola de la vida entera, tensada entre la lejanía y la intimidad con Dios, entre el misterio y la revelación».

«Caminemos —culminó el Papa—, aun mientras estamos en este 'Valle de Lágrimas', teniendo fija la mirada en aquella meta luminosa de paz y de comunión. También nosotros repitamos en nuestro corazón la bendición final, como una suerte de antífona que sugiere el salmo: 'Señor de los ejércitos, bendito el hombre que confía en Ti'».

Al concluir la audiencia general en el patio central del palacio apostólico, Juan Pablo II expresó su solidaridad y cercanía con las víctimas de los desastres naturales que han sacudido diversos países de Europa y Asia.

«En las últimas semanas el mal tiempo se ha abatido sobre algunas regiones de Europa y Asia, provocando ingentes daños», señaló el Pontífice, recordando que «en China Central, millones de personas deben enfrentar trágicos daños. En la República Checa y en Alemania, las poblaciones, golpeadas por inundaciones desastrosas, se someten a un largo proceso de reconstrucción». «Mientras a todos aseguro mi cercanía en el afecto y la oración, animo y bendigo la carrera de solidaridad que se ha registrado entre las naciones y entre las mismas poblaciones, víctimas de los dolorosos eventos», concluyó el Pontífice.

EL OBSERVADOR 374-4

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Problemas o proyectos conyugales
Por el Pbro. Roberto Fernández Iglesias, OP / Quito, Ecuador.


Todos preferimos tener proyectos en lugar de problemas. Y, sin embargo, son dos palabras gemelas, semánticamente iguales. Proyecto es algo que se desarrolla hacia el futuro, un logro. Viene del latín projicere, que significa lanzar algo hacia delante. Ese lanzar hacia delante las cosas o la vida en griego se dice pros-lambánein, de cuyo participio pasado viene problema. Así que nuestro vocabulario castellano se ha enriquecido con ambos vocablos y reserva el de origen latino para los optimistas y el de origen griego para los más pesimistas. Ambos contenidos, no obstante, interactúan favorablemente y temperan los extremos con un sano equilibrio.

Cuando un proyecto nos entusiasma, no queremos pensar que encierra problemas escondidos. Y cuando un problema nos agobia, no queremos oír que puede ser el proyecto de un futuro beneficioso. Lo impensable sería una vida sin proyectos ni problemas... Dan sabor a la vida y para resolverlos hay que plantearlos bien.

Entre los problemas de nuestro tiempo, uno bien frecuente es el malestar en el matrimonio. Casados en la efervescencia del noviazgo, con la ilusión de la primera juventud, muchos cónyuges acaban sintiéndose en una rutina sin sabor. Siete u ocho años después de la boda empiezan estos síntomas que se harán crónicos si no reciben oportuna atención. Se opta erradamente, entonces, por dos soluciones falsas. La primera suele ser recuperar la independencia. Cada uno empieza a protegerse cultivando los intereses personales: mi dinero, mis amistades, mis pasatiempos. Hay una paz ficticia basada en dos egoísmos paralelos. Para una vida así no tiene sentido casarse. Suelen acabar encontrando cada uno a su verdadera pareja en alguien que se cruzó dada la oportunidad. La segunda solución, también errada, es someterse al más fuerte y resignarse a una vida sin color.

Para que no haya quejas ni discusiones, o porque ya es tarde para independizarse, o porque los hijos no sufran, se acepta la posición del más fuerte y el débil se va anulando, despersonalizándose al punto de sacrificarse en una alienación que ya no aporta nada a la relación. Es un someterse patológico que daña la relación yo-tú de todo matrimonio normal y por supuesto la autoestima de quien padece tal subordinación. Por lo tanto, en semejantes problemas, ni dependencia ni independencia solucionan la cuestión. La solución suele venir de una interdependencia equilibrada y saludable. Ésta se instala sobre cuatro reglas.

En primer lugar, un matrimonio de interdependientes tiene que establecer tres o cuatro metas comunes. Son las metas las que mueven la vida y, si caminamos hacia el mismo objetivo, brotará una fuerte unidad. En segundo lugar, hay que repartirse las tareas y jerarquizarlas hacia las metas. Esto implica a los dos y les hace sentir parte activa de un proyecto real. En tercer lugar, hay que designar un tiempo para evaluar y revisar lo satisfactorio y lo negativo. Poner sobre la mesa las cartas boca arriba y hablar con sinceridad. Finalmente, hay que tener capacidad de perdón y de esperanza, saber que los errores se pueden corregir y darse una nueva oportunidad hasta la siguiente evaluación para mejorar. Son las reglas para funcionar, y aunque usted no lo crea, si las aplica, mejorará.

(Fuente: Periodismocatólico.com)

EL OBSERVADOR 374-5

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NUESTRO PAIS

Una justicia poco justa
Por Baudelio García E.


Justicia: es la constante y perpetua voluntad de dar a cada quien lo suyo. Esta definición contempla la justicia como una virtud moral, la cual, para ser realizada, supone un discernimiento acerca de lo que es suyo de cada quien.

Injusticia: (del latín injustitia) acción contraria a la justicia. El problema de la injusticia reviste especial importancia para el ámbito jurídico por tres cuestiones principales que se encuentran íntimamente relacionadas y que son eje fundamental de postulados doctrinarios, a saber: a) el problema de la posibilidad de determinar la existencia de una norma injusta b) la justicia como finalidad del derecho y c ) el problema de la invalidez jurídica de la norma injusta.

Ambas definiciones las encontramos en el Diccionario Jurídico Mexicano, que edita el Instituto de Investigaciones Jurídicas; pero pareciera que la realidad es otra con tantas situaciones que se presentan en el México de hoy, el real, no el de los libros.

El increíble caso Salinas

Primeramente un Raúl Salinas de Gortari, "el hermano incómodo", para quien la Procuraduría General de la República (PGR) solicitó una nueva orden de aprehensión en su contra por el delito de peculado (malversación de fondos públicos), derivado del uso ilegal de la partida secreta de la presidencia de la república durante el sexenio de Carlos Salinas.

El monto del peculado por el cual se acusa a Raúl Salinas y a tres ex empleados de la presidencia es por 38 millones, 235 mil, 373 pesos.

Obviamente, desde su celda en el penal de Santiaguito, "el hermano incómodo" fue contundente al señalar: "Los depósitos en Suiza son las aportaciones que recibí de Roberto González Barrera, Carlos Hank González y Carlos Peralta".

Agregó que la nueva denuncia en su contra era una sorpresa porque nadie se lo había comentado oficialmente. "El proceso está viciado porque nos enteramos primero a través de los medios. No tenemos acceso a los detalles de la denuncia y sobre todo no me han dejado declarar. Me encuentro en un estado de indefensión".

Con esta nueva acusación en su contra Raúl Salinas de Gortari tiene que responder, además: del enriquecimiento ilícito por 181 millones de pesos en bienes y cuentas detectadas en México y no declarados cuando era servidor público; de la acusación de narcotráfico y otros delitos relacionados con el aseguramiento de 130 millones de dólares en seis bancos de Suiza; del lavado de 108 de los 181 millones de pesos del supuesto enriquecimiento ilícito, y con todos estos "pecadillos" Raúl Salinas exige justicia.         

"El hermano incómodo" cumple sentencia de 27 años y medio debido a la autoría intelectual del el homicidio de su ex cuñado José Francisco Ruiz Massieu.

El echeverriato a juicio

Otro caso de justicia es el que protagoniza el ex presidente Luis Echeverría Álvarez, quien compareció ante un juez por los sucesos de Tlatelolco en octubre de 1968 y por la matanza en la tarde del Jueves de Corpus en 1971.

Echeverría declaró ante el fiscal especial para Movimientos Políticos y Sociales del Pasado, Ignacio Castillo Prieto, por espacio de ocho horas, y por más que se le insistió, solamente se concretó a contestar algunas preguntas y de manera escueta.

El hecho pasó a la historia del México moderno por ser el primer ex presidente citado a declarar por sus actos. La justicia aún no se asoma en este caso y no llegará para aquellas personas que perdieron a algún familiar o amigo en estos "penosos" acontecimientos del siglo pasado.

Petróleo pestilente

Rogelio Montemayor, ex director de Pemex, busca por todos los medios no regresar a México donde se le acusa de desvíos de fondos por 1,585 millones de dólares. De éstos, 640 millones habrían sido desviados a la campaña presidencial de Francisco Labastida Ochoa.

Montemayor actualmente se encuentra en Houston, Texas, donde se defiende con todos los recursos a su alcance para no ser extraditado a México. El ex director de Pemex asegura sentirse un "perseguido político".

La defensa de Montemayor además acusó al contralor de la nación, Francisco Barrio, de incurrir en "irregularidades en el caso Pemex, ya que no se llevó a cabo un procedimiento administrativo previo a la denuncia penal ante la PGR".

En estos momentos el ex funcionario de Pemex solicita al gobierno de EU una visa de trabajo que le permita permanecer por más tiempo en aquella nación. Montemayor planea dar clases en una universidad en Houston.

¿Qué sucedió con Digna Ochoa?

La justicia en México no es igual para todos, ya que hasta el momento sigue sin esclarecerse la muerte de la defensora de los derechos humanos Digna Ochoa y Plácido, ocurrida en su oficina de la ciudad de México el 19 de octubre del 2001. El caso ha dado una infinidad de giros; el último fue la posibilidad del suicidio, situación que, de inmediato, fue descartada por familiares y amigos.

La magistrada Margarita Guerra y Tejada es la nueva fiscal para este caso y tendrá ella que encontrar la justicia que no hallaron sus antecesores y para ello está formando un nuevo equipo de trabajo para evitar "contaminaciones" que pudieran influir en algún aspecto sobre las líneas que se indaguen.

Y, como este caso de injusticia, seguramente usted conoce, leyó o le contaron alguno. Muchos habitantes de las grandes ciudades consideran que el mayor problema en materia de procuración de justicia es la policía misma. Miles de uniformados tienen otro trabajo como delincuentes.

Yo temo... tú temes...

El propio secretario de Seguridad Pública, Alejandro Gertz Manero, asegura que "la gente le teme a la policía".

"La confianza pública en el sistema de justicia ha tocado fondo y eso golpea en el corazón de la vida política en este país. La gente no tiene confianza en la procuración de justicia".

Gertz Manero es contundente al señalar que nadie en México está satisfecho con la polícia o con la procuración de justicia.

Y la lista de casos que buscan justicia podría ser interminable. Solamente hay que revisar los periódicos o sintonizar un noticiario en radio o televisión para enterarnos de personas que buscan justicia o de situaciones que se aprovechan de la justicia para seguir haciendo sus fechorías.

En determinados casos la propia justicia es utilizada para hacerla menos justa. Los primeros ejemplos así lo demuestran, ya que está más que confirmada la culpabilidad de estos personajes y buscan por todos los medios a su alcance que les sean perdonados sus respectivos errores.

En el caso de Digna Ochoa ahora argumentan la posibilidad de un suicidio, quizá para "entorpecer" las investigaciones.

Tal parece que la justicia en México no es igual para todos. Depende del peso económico y político que tenga el inculpado para hacerla más justa.

EL OBSERVADOR 374-6

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¿Justicia o persecución?
+ Por Mario De Gasperin Gasperin *


El cardenal Óscar Rodríguez Maradiaga es el actual arzobispo de Tegucigalpa; fue presidente de la Conferencia del Episcopado Latinoamericano y acaba de recibir un doctorado honoris causa por la Universidad Salesiana de Roma. Al ser interrogado sobre los escándalos provocados por faltas graves cometidas por algunos sacerdotes en los Estados Unidos, respondió:

«Es un tema doloroso que los medios de comunicación han instrumentado. Cuando se mezcla dinero, política y justicia, la justicia se vuelve injusta. Todos sabemos que Ted Turner es abiertamente anticatólico, y que es propietario no sólo de CNN sino también de Time Warner. Por no hablar de otros, como The New York Times, The Washington Post y The Boston Globe». Y continúa el cardenal:

«Me da pena pensar que en un momento en que toda la atención de los medios se concentraba en lo que estaba pasando en Medio Oriente, con las muchas injusticias que se han cometido contra el pueblo palestino, la prensa y la televisión estadounidenses se detuvieran obsesivamente en escándalos sexuales que se cometieron hace cuarenta años. ¿Por qué?».

Recuerda después el cardenal que la Iglesia católica es la que ha recibido más veces a Arafat, la que ha reafirmado la necesidad de un estado palestino, la que propone que Jerusalén sea la capital abierta de las tres grandes religiones: musulmanes, judíos y cristianos; que la Iglesia católica es la que se opone al aborto, a la eutanasia, a la pena de muerte, la que no acepta los proyectos de familia que no siguen el plan de Dios. Es la Iglesia católica la que defiende a los débiles y la que se opone a esos grandes negocios que atentan contra la dignidad humana. «Sólo así me explico, añade, el ensañamiento contra la Iglesia católica en los Estados Unidos, ensañamiento que me recuerda los tiempos de Nerón, Dioclesiano y, más recientemente, de Stalin y Hitler».

Finalmente, reafirma el cardenal la doctrina de la Iglesia sobre el deber de hacer justicia y de que los culpables sean castigados con oportunas censuras canónicas y, si es necesario, afrontar la justicia civil; pero, aclara: «los obispos no hemos de olvidar que somos pastores misericordiosos y no agentes del FBI o de la CIA. El cardenal Law fue interrogado con modos que nos recuerdan los tiempos oscuros de los juicios stalinianos contra los eclesiásticos de Europa Oriental... Eso no es justicia, esto es persecución».

Estas reflexiones del señor cardenal de Honduras nos pueden ayudar a entender qué hay detrás de todo esto.

* El autor es el obispo de Querétaro.

EL OBSERVADOR 374-7

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TESTIMONIO

Carta del más allá


Dios se comunica con los hombres de muchas maneras. La "carta del más allá" que se transcribe se refiere a la condenación eterna de una joven. El original de esta carta fue encontrado entre los papeles de una religiosa, Clara, fallecida ya y amiga de la joven condenada. La Curia diocesana de Treves (Alemania) autorizó su publicación como lectura" sumamente instructiva". Éste es un resumen del relato de Clara.

Tuve una amiga, Anita. Es decir, éramos muy próximas por ser vecinas y compañeras de trabajo en la misma oficina. Más tarde Ani se casó y no volví a verla. Durante mis vacaciones en el Lago de Garda (Italia), en septiembre de 1937, recibí una carta de mi madre en la que me decía: "Anita N. murió en un accidente automovilístico. La sepultaron ayer en Wald Friendhof". Me impresioné mucho con la noticia. Sabía que mi amiga no había sido propiamente religiosa. ¿Estaría preparada para presentarse ante Dios?

Al día siguiente escuché Misa, comulgué por la intención de Anita, en la casa del pensionado de las hermanas, donde estaba viviendo. Rezaba fervorosamente por su eterno descanso.

Durante todo el día percibí un cierto malestar, que fue aumentando por la tarde. Dormí inquieta. Me desperté de improviso, escuchando algo así como una sacudida en la puerta del cuarto. Encendí la luz. El reloj indicaba las doce y diez minutos. Nada. Tampoco ruidos. No había viento. Me di vuelta en la cama, recé algunos Padrenuestros por las ánimas y me dormí de nuevo.

Soñé entonces que me levantaba de mañana, a las 6, yendo a la capilla. Al abrir la puerta del cuarto me encontré con una cantidad de hojas de carta. Levantarlas, reconocer la letra de Anita y dar un grito, fue cosa de un segundo.

Temblando, las sostuve en mis manos. No tenía firma. Sin la menor duda estaba escrita por Ani. No faltaba la gran "s", ni la "t" francesa, a la que se había acostumbrado en la oficina, para irritar al Sr. G.

No era su estilo. Por lo menos, no era así como hablaba de costumbre. Lo habitual en ella era la conversación amable, la risa... Sólo cuando discutíamos asuntos religiosos se volvía mordaz y caía en el tono rudo de la carta.

Hela aquí, la «carta del más allá» de Anita N., palabra por palabra, tal como la leí en el sueño:

Clara, no reces por mí, estoy condenada. Si te doy este aviso —es más, voy a hablarte largamente sobre esto— no creas que lo hago por amistad. Quienes estamos aquí ya no amamos a nadie. Lo hago como obligada. Es parte de la obra "de esa potencia que siempre quiere el mal y realiza el bien".

En realidad, me gustaría verte aquí, adonde llegué para siempre. No te extrañes de mis intenciones. Aquí todos pensamos así. Nuestra voluntad está petrificada en el mal, es decir, en aquello que ustedes consideran "mal". Aun cuando pueda hacer algo "bien" (como yo lo hago ahora, abriéndote los ojos ante el infierno), no lo hago con recta intención (...).

De acuerdo con los planes de mis padres, yo nunca tendría que haber existido. Por un descuido se produjo la desgracia de mi concepción. Mis hermanas tenían 14 y 16 años cuando vine al mundo.¡Ojalá no hubiera nacido! (...).

Cuando mis padres, entonces solteros, se mudaron del campo a la ciudad, perdieron el contacto con la Iglesia. Era mejor así. Mantenían relaciones con personas desvinculadas de la religión. Se conocieron en un baile, y se vieron "obligados" a casarse seis meses después. En la ceremonia nupcial recibieron sólo unas gotas de agua bendita, las suficientes para atraer a mamá a la Misa dominical unas pocas veces al año.

Ella nunca me enseñó verdaderamente a rezar. Todo su esfuerzo se agotaba en los trabajos cotidianos de la casa, aunque nuestra situación no era mala. Palabras como rezar, misa, agua bendita, Iglesia, sólo puedo escribirlas con íntima repugnancia, con incomparable repulsión. Detesto profundamente a quienes van a la Iglesia y, en general, a todos los hombres y a todas las cosas.

Todo es tormento. Cada conocimiento recibido, cada recuerdo de la vida y de lo que sabemos, se convierte en una llama incandescente. Y todos estos recuerdos nos muestran las oportunidades en que despreciamos una gracia. (...) Aquí bebemos el odio como si fuera agua. Nos odiamos unos a otros. Más que a nada, odiamos a Dios. Quiero que lo comprendas.

Los bienaventurados en el cielo deben amar a Dios, porque lo ven sin velos, en su deslumbrante belleza. Esto los hace indescriptiblemente felices. Nosotros lo sabemos, y este conocimiento nos enfurece (...). ¿Comprendes ahora por qué el infierno dura eternamente? Porque nuestra obstinación nunca se derrite, nunca termina. Y contra mi voluntad agrego que Dios es misericordioso, aún con nosotros. Digo "contra mi voluntad" porque, aunque diga estas cosas voluntariamente, no se me permite mentir, que es lo que querría.(...) Dios fue misericordioso con nosotros porque no permitió que derramáramos sobre la tierra el mal que hubiéramos querido hacer. Si nos lo hubiera permitido, habríamos aumentado mucho nuestra culpa y castigo. Nos hizo morir antes de tiempo, como hizo conmigo, o hizo que intervinieran causas atenuantes. Dios es misericordioso, porque no nos obliga a aproximarnos a Él más de lo que estamos, en este remoto lugar infernal. Eso disminuye el tormento. Cada paso más cerca de Dios me causaría una aflicción mayor que la que te produciría un paso más rumbo a una hoguera. Te desagradé un día al contarte, durante un paseo, lo que dijo mi padre pocos días antes de mi Comunión: "Alégrate, Anita, por el vestido nuevo; el resto no es más que una burla". Casi me avergüenzo de tu desagrado. Ahora me río. Lo único razonable de toda aquella comedia era que se permitiera comulgar a los niños a los doce años. (...) La nueva costumbre de permitir a los niños que reciban su primera comunión a los siete años nos produce furor. Empleamos todos los medios para burlarnos de esto, haciendo creer que para comulgar debe haber comprensión(...).

Marta K. y tú me hicieron ingresar en la asociación de jóvenes. (...) Un día me llamaste la atención: "Ana, si no rezas más, te perderás". Realmente, yo rezaba muy poco, y ese poco siempre a disgusto, de mala voluntad.

Sin duda tenías razón. Los que arden en el infierno, o no rezaron o rezaron poco. La oración es el primer paso para llegar a Dios. Es el paso decisivo. Especialmente la oración a Aquélla que es la madre de Cristo, cuyo nombre no nos es lícito pronunciar. La devoción a Ella arranca innumerables almas al demonio, almas a las que sus pecados las habrían lanzado infaliblemente en sus manos.

(..) ¡El infierno puede ser dibujado, pero nunca exagerado! Siempre me burlaba del fuego del infierno. Acuérdate de una conversación durante la cual te puse un fósforo encendido bajo la nariz, preguntándote: "¿Así huele?". Apagaste en seguida la llama. Aquí nadie consigue hacerlo. Te digo más: el fuego del que habla la Biblia no es el tormento de la consciencia. ¡Fuego es fuego! Debe ser interpretado al pie de la letra cuando Aquél dijo: "Apartáos de mí, malditos, id al fuego eterno". ¡Al pie de la letra! ¿Y cómo puede ser tocado un espíritu por el fuego material? Preguntarás. ¿Y cómo puede sufrir tu alma, en la tierra, si pones el dedo sobre una llama? Tampoco tu alma se quema, mientras tanto el dolor lo sufre todo el individuo. Del mismo modo, nosotros estamos aquí espiritualmente presos al fuego de nuestro ser y de nuestras facultades (...).

Los católicos que se condenan sufren más que los de otras religiones, porque recibieron y desaprovecharon, por lo general, más luces y mayores gracias. Los que tuvieron mayores conocimientos sufren más duramente que los que tuvieron menos. El que pecó por maldad sufre más que el que cayó por debilidad. Pero ninguno sufre más de lo que mereció (...).

(Resumido de cristiandad.org)

EL OBSERVADOR 374-8

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CULTURA

La tentación del poder
Por Peter-Hans Kolvenbach, S.J.


Todo lo que toca de cerca o de lejos a la autoridad, su ejercicio y sus abusos gira en torno a una paradoja. El mismo Jesús la ha resumido en esta declaración: «Vosotros me llamáis el Maestro y el Señor; os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros». Si, por una parte, se afirma su autoridad, por otra, en el ejercicio de esta autoridad, el Maestro se da y no domina, siendo el primero en ponerse a los pies de los últimos de sus discípulos.

Pedro deduce las consecuencias cuando exige una autoridad «no por sórdida ganancia, sino con generosidad; no como déspotas sobre la heredad de Dios, sino convirtiéndoos en modelos del rebaño».

Así, a ejemplo del Maestro y Señor, la autoridad en la Iglesia está llamada a hacer oír su voz magisterial, pero al servicio del que, resucitado, no puede ya utilizar públicamente la suya; e igualmente a dar su propio cuerpo para repetir las palabras y los gestos que, aunque de la Iglesia, están al servicio de la memoria viviente de Aquél de quien ninguno en la Iglesia podría prescindir y detrás del cual la Iglesia debe desaparecer aun cuando lo represente hasta que vuelva.

Existe una paradoja común a cualquier tipo de autoridad. Lo revela el origen de la misma palabra. La autoridad se despliega para hacer al otro autor de sí mismo, para aumentar en el otro su capacidad de ser y hacerse persona humana. Entonces la autoridad debe empobrecerse para enriquecer al otro hasta el punto de que alcanza su finalidad cuando el otro es capaz de tomar el peso y asumir a su vez el servicio que toda autoridad está llamada a prestar a la sociedad humana.

Dar lo recibido

Los niños no se hacen hombres sin la autoridad de los padres; si esta autoridad se reduce al mero ejercicio de poder y dominio, no se dará una verdadera educación, la cual consiste en sacar a la luz los talentos y posibilidades que se ocultan en el interior del niño. Sin excluir el eventual empleo de la fuerza, la autoridad se mueve por el don de sí al otro y mira paradójicamente a su perfección, y ésta se realiza cuando ya no es necesaria porque el niño ha adquirido el grado de libertad que le hace capaz de regirse a sí mismo. La misma paradoja condiciona la relación entre maestro y discípulo.

Así la paradoja se concreta. La autoridad existe y subsiste en la medida en que da y entrega lo que ha recibido. Si, al contrario, guarda para sí el don recibido y se encierra en una suficiencia prepotente utilizando su capacidad para sus propios fines, se hace autoritaria y abusa el poder. Junto a la negativa a dar, existe también el caso de una autoridad que no tiene ya nada que compartir y se aferra a la letra de la ley o a la sola fuerza militar o dictatorial. El Señor, que conoce lo que hay en el corazón humano, no se hacía muchas ilusiones sobre la dificultad de vivir una exigencia paradójica fundada en la disponibilidad para morir a sí mismos para que el otro tenga más vida.

No obstante, Jesús no niega su autoridad religiosa: estos jefes ocupan la cátedra de Moisés: por tanto, «haced y cumplid lo que os digan, pero no hagáis lo que ellos hacen». Y el Señor repite la regla de oro de su autoridad: «El primero entre vosotros será vuestro servidor».

La autoridad, según Jesús

Pero no faltan los intentos de hacerse con el poder dentro del grupo de los apóstoles. Durante la cena pascual surgió de nuevo entre ellos la discusión sobre cuál de ellos era el primero. Esta vez Jesús define claramente lo que es la autoridad en el concepto de Dios su Padre, y lo que es la autoridad dejada a la tendencia humana de independencia y suficiencia: «Los reyes de los gentiles los dominan y los que ejercen autoridad se hacen llamar bienhechores. Vosotros no hagáis así, sino que el primero entre vosotros pórtese como el menor, y el que gobierna, como el que sirve».

El Maestro traza así una línea clara y definida ente la actitud pagana, que en fin de cuentas revela ser inhumana, y el modo cristiano de ejercer la autoridad que, aunque suponga la muerte a sí mismo, conduce a una autoridad verdaderamente fructuosa para el hombre y a una verdadera libertad.
(Fuente: Alfa y Omega)

EL OBSERVADOR 374-9

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LOS OJOS DE ARGOS

El crimen no es del padre Amaro
Por Diego García Bayardo


He leído en las dos últimas semanas no sé cuántos artículos en publicaciones católicas, incluyendo a este mismo semanario, que critican acremente la película El crimen del padre Amaro. Algunos señalan que dicha película falta al respeto a la Iglesia, a sus ministros e incluso a los sacramentos. Otros ponen el dedo en el hecho de que parte del dinero que se usó para hacer dicho filme procedió de nuestros impuestos. Varias personas hicieron campaña contra la exhibición de la película y hasta hubo algunos que pidieron a Santiago Creel, secretario de Gobernación, que vetara la película de marras.

Se supone que soy muy mocho, y ya saben mis lectores lo que opino de la tolerancia, la libertad de expresión y demás virtudes que el mundo actual ha distorsionado hasta hacerlas repugnantes. Y sin embargo, esta vez creo que mis colegas escritores católicos se han equivocado por completo. No he visto la película (mejores y más divertidas cosas tengo que hacer que ver nuevo cine mexicano, como dormir una siesta o acomodar mi cajón de calcetines ), pero me imagino que ha de ser cierto todo lo que mis airados colegas han dicho de ella. Es más, supongo, con mi tradicional paranoia, que dicho filme fue hecho con la deliberada intención de atacar a la Iglesia, refocilarse en el daño y tratar de que el pueblo vaya abandonando su fe. Pero, aun así, hicimos mal en atacarla.

En primer lugar, la reacción de los grupos católicos dio al Crimen del padre Amaro una propaganda inusitada con la que no habría contado si hubiésemos procedido con mayor cautela. La peliculita habría sido otro fracaso taquillero más para la pobre industria fílmica mexicana, incapaz de hacer algo que valga la pena. Pero les dimos mucha propaganda, y gratis. En segundo lugar, y esto es lo verdaderamente importante, los católicos no ganamos nada y perdemos mucho con tratar de prohibir que los demás piensen de un modo diferente que nosotros. ¿No ha sido perseguida nuestra Iglesia desde hace siglos? ¿Qué importa una película anticlerical más, cuando podrían ser balas y no filmes lo que nuestros enemigos nos lanzaran? ¿No hemos sobrevivido a cosas más duras –y serias- que un churro peliculesco? Es más, después de crecer como Iglesia en medio de las adversidades, ¿de veras necesitamos que Santiago Creel nos proteja?

No tengamos miedo, mas que de nosotros. México debe seguir siendo un país con libertades, incluyendo la dolorosa pero muy sana libertad de decirnos lo que no nos gusta. No podemos prohibir los filmes anticatólicos, del mismo modo como no podemos prohibir que la gente se haga protestante, masona, sectaria, atea o miscelánea. Todos ellos dicen en sus templos que nosotros, católicos, somos la Bestia. ¿Pediremos entonces a Creel que los calle, que los encierre, que los expulse? Si hay películas así, y personas así, es porque no hacemos nada por convertir a México verdaderamente al Evangelio. Hace años que sabemos que casi todos los cineastas mexicanos son anticatólicos; ¿Y ha mandado la Iglesia a alguien para que convierta a los cineastas?

Sería verdaderamente reaccionario (al fin tendrían razón nuestros enemigos) que intentáramos prohibir a los no-católicos la expresión de sus ideas. Claro, hay que luchar contra la inmoralidad en los medios y contraatacar cuando haya una difamación, pero en películas como ésta, donde no hay delito que podamos señalar, y donde sólo se ve el odio a la fe católica, no podemos proceder de otro modo que como el Señor nos ha indicado. Además con abstenerse de ver películas así sería suficiente. Ya sé que lo malo no deja de ser malo sólo por no verlo, pero aquí la cosa es diferente. Las películas se hacen para ser vistas; esa es su esencia, y si el público se niega a ir a los cines la película fracasa en todo sentido. Se muere. Además un fracaso taquillero puede ser económicamente mortal para futuros proyectos del cineasta fracasado.

Y así me pregunto; si tanto ha avanzado la impiedad, si hay tanto ateo, si en ciertas profesiones y gremios no hay un solo católico, o casi, ¿por qué nuestros pastores no hacen nada? ¿Por qué no se intenta nada nuevo? ¿Cuándo nos enseñarán, o mejor dicho, nos convertirán a los laicos en evangelizadores bien capacitados para convertir al mundo? ¿Sabe usted, laico lector, sobre planes diocesanos de pastoral? ¿Alguien se ha molestado en dárselos a conocer? ¿Le importan? ¿Le sirven?

O salimos de la inercia de nuestro absoluto y perfecto reposo o preparémonos para recibir próximamente tantos padres Amaros como el diablo quiera. Hasta por debajo de la lengua.

EL OBSERVADOR 374-10

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JÓVENES

Ése es Dios


¿Alguna vez te has sentado por allí y de repente sientes deseos de hacer algo agradable por alguien a quien le tienes cariño? ÉSE ES DIOS, que te habla a través del Espíritu Santo.

¿Alguna vez te has sentido derrotado y nadie parece estar alrededor tuyo para hablarte? ÉSE ES DIOS, Él quiere hablar contigo.

¿Alguna vez has estado pensando en alguien a quien amas y no has visto por un largo tiempo y la próxima cosa que pasa es verlo o recibir una llamada de esa persona? ÉSE ES DIOS, no existe la coincidencia.

¿Alguna vez has recibido algo maravilloso que ni siquiera pediste? ÉSE ES DIOS, que conoce los secretos de tu corazón.

¿Alguna vez has estado en una situación problemática y no tenías indicios de cómo se iba a solucionar y de pronto todo queda resuelto sin darte cuenta? ÉSE ES DIOS, que toma nuestros problemas en sus manos y les da solución.

¿Alguna vez has sentido una inmensa tristeza en el alma y al día siguiente todo ha pasado? ÉSE ES DIOS, que te dio un abrazo de consuelo y te dijo palabras dulces.

¿Alguna vez te has sentido tan cansado de todo, al grado de querer morir, y de pronto un día sientes que tienes la suficiente fuerza para continuar? ÉSE ES DIOS, que te cargó en sus brazos para darte descanso.

¿Alguna vez has sentido que tienes tantos problemas y las cosas ya se están saliendo de su cauce, y de pronto un día todo está resuelto? ÉSE ES DIOS, que tomó todas las cosas y las puso en su lugar.

Todo es tan sencillo como... PONERSE EN MANOS DE DIOS.

(Fuente: valores.org)

EL OBSERVADOR 374-11

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FIN

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